Que estemos forondos y luzcamos una prominente tripa no tiene nada que ver con cuánto pan consumamos, tal y como concluye un estudio del Departamento de Ciencias Clínicas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Aunque tampoco puede afirmarse que comer barras y baguettes ayude a adelgazar, Lluís Serra, coautor de esta investigación que publicó Nutrition Reviews, asegura que las dietas que eliminan los hidratos de carbono solo consiguen “deteriorar el patrón alimentario mediterráneo” y no ayudan a que las personas obesas pierdan peso.
Y es que el pan, esa deliciosa masa de harina y agua cocida al horno que nos acompaña desde tiempos inmemoriales, no solo aporta a nuestra dieta nutrientes esenciales. Los últimos estudios científicos indican que reporta múltiples beneficios a la salud. Por ejemplo, consumir 2,5 raciones de pan integral al día reduce un 21 % el riesgo de sufrir cardiopatías, de acuerdo con un estudio de la Wake Forest School of Medicine, en EE. UU.
Además, aplicando técnicas de metabolómica para analizar cómo nos afecta consumir pan blanco y pan integral, Rafael Llorach y sus colegas de la Universidad de Barcelona descubrieron que la ingesta diaria de este alimento esencial se asocia a un perfil lipídico más saludable, lo que se traduce en bajos niveles de colesterol malo o LDL y en niveles altos de colesterol bueno o HDL.
A esto se añade que el consumo de pan mantiene bajos los niveles de insulina en sangre, algo muy importante si tenemos en cuenta que evita que la glucosa se acumule en ella sin entrar en la célula y que acabemos padeciendo diabetes.
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